La última estrella en el firmamento de las redes sociales es Clubhouse. Si todavía no has oído hablar de ella, es muy probable que lo acabes haciendo en los próximos días. Sin embargo, al contrario que Tik Tok o que Facebook esta red social no está disponible para cualquiera. Por lo pronto solo se ha desarrollado para funcionar en iOS y no en Android. Pero además requiere de una invitación previa de algún miembro. Desde Ágatar os contamos todas las claves y lo que este tipo de aplicaciones suponen para el márketing digital.
Clubhouse, tal y como su propio nombre ya indica, es una especie de club privado en el que personas seleccionadas pueden reunirse para charlar. Y precisamente por eso su principal atractivo radica en los nombres que ya atesora entre sus miembros. El más destacado sea posiblemente el de Elon Musk, el magnate detrás de Tesla y que ha sido quien más publicidad ha hecho de este nuevo espacio. Pero resulta llamativo que además de artistas y personalidades de los medios, Mark Zuckerberg, el alma de Facebook, también esté dentro.
El concepto de Clubhouse además huye de lo visual para centrarse exclusivamente en el audio. El contenido se organiza en charlas que no quedan registradas en la propia aplicación. Solo quienes la han organizado (o hayan recibido permiso de estos) pueden hablar en la sala mientras que el resto se limita a escuchar. Al modo de un auditorio, se puede levantar la mano (virtualmente, claro) para que los moderadores den paso y se pueda participar más activamente. De este modo, la app se configura como un espacio exclusivo, muy alejado de la comunicación de masas a la que nos hemos acostumbrado gracias a las redes sociales ‘tradicionales’.
¿Una vuelta a los orígenes?
¿Pero es este un concepto realmente nuevo? Como es sabido, en sus orígenes Internet era tan solo un proyecto militar para intercambiar información entre centros de datos usando las redes telefónicas. No fue hasta finales de los 80 y sobre todo durante los 90 que empezó a generalizarse su uso civil. No estaba muy claro al principio qué tipo de utilidad podía tener más allá de ofrecer información y ser una especie de tablón de anuncios para empresas e instituciones. El primer punto de encuentro real para los usuarios de la red fueron los foros. Es decir, espacios cerrados en los que los mensajes solo podían verlos quienes tenían una cuenta y formaban parte de esa red. No eran mensajes que se indexaran de manera masiva ni estaban preparados para llegar a una gran cantidad de personas.
Este concepto quedó ampliamente superado con el Internet 2.0. El contenido multimedia y la interactividad relegaron a los foros a un papel residual. El modelo que triunfaba era el de Facebook y Twitter, mensajes masivos, que se publicaban para que los pudieran ver, virtualmente, millones de personas. Esto ha acabado transformando la comunicación para darle un perfil totalmente diferente: los mensajes públicos no pueden, en ningún caso, tener la misma configuración que uno privado.
Sin embargo, el auge de Clubhouse, igual que el de Whatsapp y el de Telegram, apuntan totalmente en la dirección opuesta. Es cierto que su concepto principal es la comunicación entre personas, de tú a tú, pero los grupos de Whatsapp y especialmente los canales de Telegram empujan Internet hacia un modelo mucho más parecido al de los orígenes: grupos cerrados a los que solo se puede acceder por invitación. Canales que en muchos casos no aparecen en las búsquedas públicas y que requieren de un enlace específico para poder acceder a ellos. Sitios que escapan a la moderación de las grandes corporaciones. Una comunicación diferente, mucho más privada y cerrada.
Los nichos de comunicación, la sectorización de las comunicaciones, son valores en alza. Lo hemos podido ver también en el auge de los clones de Twitter, como Parler, que se han convertido en un reducto ideológico para personas que comparten ideas extremistas. La comunicación, de este modo, se atomiza, y la estrategia de las empresas para llegar a sus clientes tendrá también que adaptarse.
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