Es más que un tópico decir que en este mundo está todo inventado. Pero, además, es erróneo. De vez en cuando, la tecnología nos sorprende con una nueva vuelta de tuerca en forma de innovaciones que abren las puertas a nuevos conceptos, a nuevas realidades y, por qué no, a nuevas oportunidades de negocio. Los NFT son uno de los ejemplos recientes más claros.
Tanto si has escuchado algo sobre los NFT como si te suenan a otro idioma, los Agatares vamos a explicar con una sencilla guía qué son los NFT y por qué van a cambiar nuestra forma de ver el mundo.
¿Qué son los NFT?
NFT es el acrónimo en inglés de Token No Fungible (Non Fungible Token). Se trata de un archivo digital único en el mundo, con un único propietario y que no se puede duplicar ni dividir.
Los NFT, en esencia, se basan en un concepto abstracto que se explica sencillamente con un ejemplo. Una imagen JPG cualquiera o un archivo de texto pueden ser duplicados infinitas veces y tener, por tanto, infinitas copias idénticas.
Los NFT son el resultado de asociar un archivo digital a una cadena de bloques (blockchain) para garantizar tanto su autenticidad, que se trata de un archivo único en el mundo, como para efectuar un seguimiento.
La cadena de bloques viene a ser en un NFT el equivalente a la “firma digital” porque permite garantizar la autenticidad y la propiedad del archivo. Los NFT se almacenan públicamente en la cadena de bloques (blockchain), que no es más que una gigantesca base de datos descentralizada, que permiten su rápida verificación. La cadena de cada NFT está asociada a una dirección en la web y a otra serie de datos que permite buscarlos en plataformas como OpenSea para comprobar su autenticidad. Y además, cada uno cuenta con una clave privada que solo conoce su propietario y que debe guardar o, de lo contrario, perdería el acceso (y la titularidad).
Las criptomonedas funcionan de forma parecida. Bitcoin o Ethereum también son tókenes (fungibles, en su caso) que cuentan con una ID (identificador) y un código alfanumérico a modo de clave (que, insistimos, debe conservar su propietario). Pero no todos los tókenes se usan como dinero. Pueden estar ligados a bienes tangibles o a archivos digitales, como es el caso de los NFT.
La cadena de bloques de un NFT, es decir, su “ficha” en la base de datos descentralizada, permite conocer quién ha sido el creador del archivo, sus distintos propietarios a lo largo del tiempo, los precios de venta y cualquier otra información relevante que se quiera asociar. La cadena de bloques permite, gracias a tener la misma base tecnológica que las criptomonedas, evitar su duplicación (falsificación) y las protegen frente a apropiaciones (robos).
Aún más claro. Solo hay en el mundo un cuadro de La Gioconda. Pero también hay infinitas copias físicas en forma de láminas, póster, camisetas, tazas… Si La Gioconda “original” fuera un archivo digital NFT, ese archivo pasaría a ser el único en el mundo y su cadena de bloques asociada vendría a ser el certificado de autenticidad.
Otro ejemplo. Los folios salidos de la máquina de escribir de Gabriel García Márquez con Cien años de soledad y sus correcciones son únicos en el mundo. Pero de su obra se han impreso millones de ejemplares y ediciones con modificaciones como la portada, tamaño, tipografía, notas al pie… Un NFT del archivo de texto de una novela de próxima publicación vendría a ser su equivalente en el mundo digital.
¿Para qué sirve un NFT?
Prácticamente, para crear cualquier contenido único en un entorno digital. O para asociar a un contenido digital ya existente un grado de autenticidad.
Por ejemplo, un arquitecto recibe un encargo para diseñar los planos de una exclusiva villa para un cliente millonario que demanda un diseño único. Asociar un NFT a los planos digitales de la vivienda garantizan al creador del diseño que no podrá haber copias (legítimas) de su trabajo. Y al futuro habitante del inmueble, la exclusividad del diseño que ha encargado.
¿Qué se puede crear como un NFT?
De todo. Así de sencillo. Una fotografía digital, el archivo de la próxima novela de un autor, el guión de una obra de teatro, un vídeo, un proyecto…
El propietario del NFT tiene los derechos exclusivos de propiedad, valga la redundancia. Pero los derechos de autor y reproducción de un NFT los puede mantener, si lo desea, el creador del archivo, incluso siendo vendido, para cobrar por los royalties y explotación de su obra. Igual que cuando un cantante crea una obra las radios le pagan por cada vez que se emite su tema.
Juegos, mundos virtuales y espacios en el Metaverso (que ya explicamos por aquí en qué consistía), música, cine, literatura… El universo es infinito, nunca mejor dicho.
¿Cuál es el primer NFT de la historia?
La obra Quantum, del artista Kevin McCoy, es considerada como el primer NFT conocido de la historia. Es una obra digital que representa simplemente una figura geométrica animada sobre un fondo negro que va cambiando de forma y de color. Se creó en mayo de 2014 y salió a subasta el pasado año.
La imagen que acompaña a estos párrafos es una captura de Quantum, de ese NFT. Circulan millones por la red porque como ya hemos visto se pueden duplicar sencillamente. Pero no son el original. La tenencia del NFT aporta, por tanto, el mismo estatus que tener colgada una obra original en el salón o cualquier otro objeto único.
¿Cuánto vale un NFT?
Básicamente, lo que alguien esté dispuesto a pagar. Oferta y demanda en estado puro. Recordemos que se trata de elementos únicos, aunque sean virtuales, por lo que los más singulares, curiosos o icónicos pueden alcanzar un valor de mercado estratosférico.
Un NFT de la bandera de Ucrania ha sido vendido recientemente por 2.100 Ethereum (criptomoneda), equivalente a unos 5,5 millones de euros, como parte de una acción de la entidad UkraineDAO para ayudar al país en su actual guerra con Rusia.
¿Cómo crear un NFT?
Existen varias formas para crear un NFT, si bien todo parte de contar primero con el archivo digital original que se quiere “autentificar”.
Plataformas como Rarible y OpenSea se encargan de ofrecer el acceso a la cadena de bloques (la base de datos) y aportar tanto la dirección de alojamiento como la clave alfanumérica al usuario. En general, cobran una pequeña comisión por ello como intermediarios, pero simplifica mucho el proceso.
El archivo digital (la canción, la foto o cualquier otro formato) se sube a estas plataformas y se quedan vinculados a la cadena de bloques. Juntos, forman el NFT.
¿Son entonces únicos? ¿Cómo sé que es un NFT?
Hecha la ley, hecha la trampa. Como todo en este mundo, existe la posibilidad de falsificar tanto la obra digital de un NFT como el propio certificado. Al igual que en el ámbito de las criptomonedas, la falta de regulación supone el principal riesgo que se puede correr al entrar en este mundo. Así que mucho ojo con pagar un dineral por el GIF de un gatito. Pueden darte liebre por gato.
¿Y qué posibilidades de negocio tienen?
Ya lo hemos avanzado antes. El principal futuro que se atisba para los NFT está vinculado principalmente al arte y creación digital. Creadores de obras podrán generar contenidos y garantizar su carácter único a quien quiera comprarlos. Y en caso de venderlos, decidir si quieren conservar los derechos sobre la obra o también cederlos junto con la obra en sí.
Hasta ahora, una canción alojada en una plataforma para compartir contenidos pasa a ser, en cierto modo, de la plataforma a la que se ceden los derechos a cambio del alojamiento. Lo mismo le sucede a un youtuber que sube vídeos con su día a día a esta plataforma. Desde el mismo momento en que publica, ya dejan de ser “sus” vídeos y pasan a ser los vídeos de su vida en Youtube.
Las obras digitales en formato NFT siguien siendo un archivo tipo mp3, un gif animado, un vídeo o un documento de texto, si bien en todos los casos contarían con una dirección en la red (la cadena de bloques) para comprobar que, efectivamente, se trata de ejemplares únicos.
¿Qué impacto ambiental tienen?
Podría parecer que un NFT no genera impacto en el medio ambiente precisamente por su carácter virtual. Nada más lejos de la realidad. La cadena de bloques (blockchain) necesita de una ingente cantidad de energía para funcionar y de recursos informáticos que se construyen con materiales finitos (el silicio de las placas de ordenador, por ejemplo).
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