Estas escenas seguro que te suenan: bajar a tirar la basura y volverte porque te dejaste el móvil en casa; palparte el pantalón por haber sentido una vibración que resulta no ser tal o la angustia de quedarse sin batería cuando cae por debajo del 10% y aún falta bastante para volver a casa.
Son situaciones que hace no demasiado tiempo hubieran resultado impensables y que hoy forman parte del día a día de millones de personas que viven pegadas, literalmente, al teléfono. ¿Te has parado alguna vez a pensar cómo sería un día de tu vida sin móvil? ¿Serías capaz de ser un Robinson del siglo XXI?
Esta misma pregunta se la ha hecho un equipo de investigadores de la Universidad de Málaga a través de un experimento con 97 voluntarios de 15 a 24 años y pionero en Europa. Y sus primeros resultados han sido muy significativos: la ansiedad y la inseguridad fueron los principales efectos de los jóvenes durante su desconexión. Aunque también hubo aspectos positivos como un acercamiento a sus familiares.
El trabajo, liderado por el profesor Pedro Farias y codirigido por el profesor Bernardo Gómez, forma parte de un proyecto de investigación nacional que persigue conocer el uso informativo de las redes sociales en este grupo de edad.
Así, una de las primeras fases de la investigación consistió en monitorizar el uso del teléfono durante tres semanas de este colectivo de jóvenes, que aceptó permanecer durante una de ellas desconectado, y reflejar sus impresiones en un diario.
Una semana sin móvil
Durante la primera semana los participantes usaron sus teléfonos de la forma habitual para poder medir el tiempo medio de consumo: cinco horas diarias. De éstas, cuatro se dedicaron exclusivamente a las redes sociales por este orden, WhatsApp, Instagram y TikTok.
La segunda semana fue la más complicada. El centenar de participantes tenía que desconectar su teléfono móvil y escribir sus impresiones en el diario. Las sensaciones que experimentaron las describen como de incomodidad, ansiedad, inseguridad e incluso dependencia aunque para algunos supuso una cierta liberación prescindir del dispositivo.
En la tercera semana, el uso debía ser nuevamente el habitual y así ocurrió. Volvieron las cinco horas de uso promedio aunque todos los participantes admitieron que la abstinencia les sirvió para darse cuenta de su enganche al teléfono.
Reconectar con el entorno
La mayoría de los participantes, después de las tres semanas del experimento, concluyó que el móvil les resta tiempo y en muchas ocasiones les priva de relaciones familiares en casa.
El tiempo de desconexión del móvil les permitió mantener largas charlas con sus padres, ver series juntos e incluso reconectar con el placer de la lectura o los paseos. Y también puso freno al aislamiento de los adolescentes, que encuentran en sus dormitorios un refugio desde el que se conectan con el exterior a través de sus dispositivos.
Como ya hemos comentado, el estudio va más allá de analizar los efectos que provoca la ausencia del móvil en los jóvenes. Pretende estudiar de aquí a 2023 la credibilidad de las noticias que reciben por las redes sociales y que forman parte, casi en exclusiva, de su dieta informativa. De ahí la necesidad de conocer su comportamiento ante el uso permanente del dispositivo.
A la vista de esta experiencia, no es necesario ser joven para ser consciente de lo mucho que condiciona nuestras vidas el teléfono móvil. En todos los ámbitos: desde las relaciones personales -donde las distancias y los tiempos de contacto se acortan- a las laborales y el tiempo de ocio.
Notificaciones, llamadas, hiperconexión… Todos podemos (y debemos) evaluar nuestro comportamiento con los teléfonos para ser conscientes de que nos pueden acercar a muchas personas pero, a la par, distanciarnos de otras.
El móvil es una poderosísima herramienta para estar conectados con nuestro entorno, para ser más productivos, pero de vez en cuando es importante saber levantar la mirada hacia el mundo que nos rodea.
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